domingo, 25 de julio de 2010

De curas y liturgias

Hoy, por esas cosas de la vida, fuimos en familia a una misa vespertina que (pensaba yo de antemano) iba a ser un desastre. Es, de hecho, una de las misas que suelo evitar: guitarra rítmica estridente y pandereta, cura sin casulla, liturgia descuidada… en fin, todas aquellas cosas que nos hacen pensar, como al Cnel Kurtz, que estamos cantando al Señor en tierra extranjera. Para peor, apenas comenzada la misa, el bonachón cura (que cumple hoy años, si mal no recuerdo 77), explicó que la iba a hacer rápida, porque tenía que llegar a celebrar otra a unos 15 kms de la ciudad en una hora. De hecho, para “ahorrar tiempo”, decidió saltear la segunda lectura…

Sin embargo, algo desde el principio nomás me hizo pensar que la cosa no sólo no sería tan mala sino que incluso iba a superar largamente mis expectativas: en el típico saludo que hacen estos curas antes del Introito, que incluye el “buenas tardes” y el “cómo están”, explicó lo de la misa corta y adelantó de qué iba a hablar en el sermón, aunque no iba a tener mucho tiempo. La primera lectura (Gn 18, 20-32) le dio pie a hablar del pecado (sí, les aseguro, el cura usó la palabra repetidas veces) de sodomía (hasta explicó qué era), de la decadencia de la Argentina y del riesgo del más ignominioso pecado del aborto, que según nos recordó, está a las puertas. Nos llamó la atención sobre aquellos que, teniendo la obligación de frenar la ley no lo hicieron (a mí me sonó a tiro por elevación a algunos legisladores que se borraron) y, para rematarla, apoyado en el Evangelio de hoy (Lc 11, 1-13), nos mandó a todos a rezar por la Patria.

De ahí en adelante, no tuve ninguna objeción hacia su liturgia. Hasta, debo reconocer, me gustó el canto del feliz cumpleaños (con palmas y todo) del final.

Es verdad, la Liturgia, objetivamente, no fue buena: los cantos fueron espantosos (y hasta desafinados, creo yo, aunque la música no es lo mío), improvisó parte del Canon en algunos momentos... pero la fe y la claridad moral del cura tapó todo. La crisis de la Iglesia no sería tan grave si tuviésemos más curas como éste.

2 comentarios:

Walter E. Kurtz dijo...

Estimado Don Diego,

¡felicitaciones por su regreso!

Está muy bien esta entrada, en cuanto que expresa su estado de ánimo.

Sin embargo, creo que hay que diferenciar la liturgia en sí del sacerdote. Quiero decir que, aún cuando la homilía sea un desastre, la liturgia puede estar bien. Y, por el contrario, una liturgia desastrosa no puede cubrirse con una buena homilía. Son dos cuestiones distintas. Un cura no tiene porqué ser un gran orador (es un don), aunque sí debería ser conciente de no serlo. Pero sí debe respetar la liturgia de la Iglesia para no violentar a los fieles --ni, lo que es más importante, a Dios-- con sus inventos.

Don Diego dijo...

Gracias, mi Coronel, por pasarse por el blog.
Creo que no me expliqué muy bien, quizás llevado por mi estado de ánimo (como bien señala ud; la entrada, de hecho, la escribí al poco de llegar); pero no tengo dudas de que la liturgia fue mala. Y estoy de acuerdo con usted en lo de la homilía (de hecho, si nos atenemos a lo que dice Roma, el sermón debería ser muy corto, además de catequético). Lo que quise expresar es que, cuando uno encuentra curas como este, tan rectos en lo moral, tiene la impresión de que los desvíos litúrgicos son más bien un vicio, un producto de tantos años de dejadez por parte de curas y obispos, pero que uno podría confiar en que estos curas son capaces de poner eso también en regla.
Lo que sí es cierto es que su liturgia es sólo responsabilidad de él, que para eso es cura.